Diciembre 2014. Artículo de Fernando Rodríguez-Izquierdo

Colaboraciones del profesor Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala, profesor jubilado de Filología Hispánica de la Universidad de Sevilla, autor del famoso libro "El haiku japonés" (Ed. Hiperión).

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Diciembre 2014. Artículo de Fernando Rodríguez-Izquierdo

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PERSIGUIENDO LAS HUELLAS DE UN RITMO CASTELLANO PARA EL HAIKU: "SEGUIDILLAS" Y "JARCHAS".
Si buscamos en nuestra tradición cultural versos que avalen la eficacia de la pauta métrica haikista (5/7/5 sílabas) desde época temprana, creo que la muestra más evidente la encontramos en la seguidilla, y más concretamente en la "fuga" (o versos finales) de la misma. Un buen ejemplo puede ser el siguiente:

Tendrás, si feliz fueres,
amigos muchos;
pero en los contratiempos
no hallarás uno;

porque sus miras
son el coger las rosas
sin las espinas.

ANÓNIMO

La fuga empieza en "porque sus miras", y va hasta el final. Esos tres versos coinciden métricamente con la pauta del haiku ya referida. No está de más considerar que en los cuatro versos iniciales del poema se usan tanto heptasílabos (son los versos impares, libres de rima), como también -en alternancia- pentasílabos (versos pares, con rima asonante); y -por cierto- hay rima asonante también entre el verso inicial y el final de la fuga (miRAS / espiNAS). El dato de si hay rima o no, es irrelevante para el cotejo con el haiku japonés, ya que este no tiene rima alguna -siendo la rima un procedimiento prácticamente ignorado en las letras japonesas, mientras que resulta imprescindible en la poesía tradicional castellana-.

Las seguidillas conocieron un auge auroral muy notable en tiempos de Cervantes (fines del siglo XVI y comienzos de XVII), según nos enseña el libro "La imagen de Sevilla en la obra de Cervantes", escrita por los profesores Pedro Piñero y Rogelio Reyes. La palabra "seguidilla" proviene de que tal tipo de poema, aparte de poder funcionar solo (es decir: una única seguidilla podía servir como toda una canción) en las fiestas de cante y baile, asimismo podía funcionar en secuencias de "seguidillas" enlazadas (de ahí, la palabra), dotadas de cierta afinidad temática, que configuraba una canción entera como secuencia de estrofas.

En este punto no puedo dejar de mencionar el hecho de que el haiku (llamado "haikai" en sus comienzos) proviene de los recitales poéticos mantenidos en la corte imperial de Kyoto, donde se componía "tanka" (5/7/5 // 7/7 sílabas) como creación colectiva mediante rondas de intervenciones. La primera parte del tanka tenía la estructura métrica de un "haikai", que era como la estrofa de entrada en el tanka, y por eso a esa parte se la llamó también "hokku" o 'verso inicial'; tras enunciarse dicha estrofa de entrada, a continuación el (o la) siguiente participante en la ronda completaba el tanka iniciado añadiéndole una segunda estrofa de 7/7 sílabas.
Aparte de que tenga su lógica que los poemas breves procedan de otros más largos -y todavía nos queda por mencionar un caso más en la historia, cuando hablemos de las jarchas- la coincidencia parece curiosa: tanto la fuga de la seguidilla como el haikai dependen en su existencia de poemas algo más extensos, como son -respectivamente- la seguidilla y el tanka.

Analizando un poco más a fondo el origen de los versos de 7 y 5 sílabas en nuestra tradición literaria, creo sin lugar a dudas que es más fácil en los estadios iniciales de la literatura medieval rastrear la aparición y funcionamiento del heptasílabo, que hacer lo propio respecto al pentasílabo.

Se da con frecuencia el hecho de que en los albores de una literatura nacional se encuentra algún poema épico o cantar de gesta. Así ocurre en la nuestra, donde en el siglo XII aparece el "Cantar de Mio Cid", obra cumbre y temprana del "mester (u oficio) de juglaría", ya que -aunque fuera transcrita por un clérigo, como lo sería Per Abbat- tal vez empezara por ser recitada (más o menos fragmentariamente) en las plazas públicas por los juglares, y así proseguiría su difusión. Pues bien: tanto en el mester de juglaría como en el de "clerecía" (producción de clérigos y monjes) se da un predominio del llamado "verso alejandrino" o de catorce sílabas, el cual constaba básicamente de dos hemistiquios o mitades de siete sílabas, separados entre sí por un cesura.

Pero en el "Cantar de Mio Cid" -así como en varias obras medievales, sobre todo del mester de juglaría- se registra cierta irregularidad en el cómputo silábico, que se ha llamado "anisosilabismo"; lo cual quiere decir 'una pauta desigual de sílabas', que podía ir de catorce a dieciséis sílabas (o incluso más sílabas) por verso. Veamos un ejemplo de la citada obra:

"Veriedes tantas lanças - premer (1) e alçar,
tanta adáraga (2) - foradar e passar,
tanta loriga (3) - falssar (4) e desmanchar (5),
tantos pendones blancos - salir vermejos en sangre,
tantos buenos cavallos - sin sos dueños andar.
Los moros llaman Mafómat - elos cristianos santi Yague.
Cadién por el campo - en un poco de logar
moros muertos - mill e trezientos ya."

_____________________________
Notas: (1) bajar / (2) escudo de cuero / (3) armadura de cuero con escamas o anillos de metal cosidos encima / (4) romperse / (5) deshacerse las mallas de la loriga

El cómputo silábico de estos ocho versos arroja el siguiente resultado:
8-6
5 (4)-7
5-7
7-8
7-7
8-9
6-7
4-7

El paréntesis que aparece en el segundo de estos versos se refiere a la medida que habría si se hiciera sinalefa (o unión de vocales contiguas, o modo de diptongo).

Análogo resultado nos daría la escansión de otros textos poéticos medievales, como los versos que supone Dámaso Alonso para la epopeya perdida de los "Infantes de Lara", a partir de sus prosificaciones en crónicas históricas. He medido cuidadosamente nueve versos, y me resultó la siguiente escansión, también anisosilábica:
10-7 / 7-10 / 7-11 (10) / 7-8 (7) / 7-8 (7) / 7-9 / 8-11 / 10-6 / 7-7 /

De lo expuesto se desprende, en primer lugar, el predominio del heptasílabo como medida - aproximativa al menos- de los hemistiquios; en segundo lugar, la rareza de hemistiquios más cortos que el heptasílabo; y en tercer lugar, la posibilidad de hemistiquios de ocho sílabas u octosílabos, que acabarán triunfando en el Romancero (producción de romances), al cortar cada verso por su cesura central, y convertirse por tanto los hemistiquios en versos. El auge de los llamados "romances viejos" tendrá lugar entre los siglos XIV y XV.

Una hipótesis muy plausible sobre el nacimiento del romance como género literario (tirada de octosílabos con rima asonante en los versos pares, y de longitud indefinida en cuanto a número de versos) es que dichos poemas provienen de la recitación de los cantares de gesta, mediante la conversión -arriba comentada- de los hemistiquios en versos, pasando así de los antiguos y largos versos dispuestos en estrofas monorrimas, a los más breves versos de ocho sílabas, con rima alternante en los versos pares (rima que, por cierto, ayudaría también a la retención memorística del juglar o la juglaresa de turno). A modo de ejemplo, veamos cómo un famoso verso del Cantar de Mio Cid -de dieciséis sílabas (con sinalefa en su segundo hemistiquio)-, se puede obviamente escindir en dos octosílabos:

"Assís(e) parten unos d'otros - como la uña de la carne"

______________________
Notas: * La (e) final de la primera palabra no sonaría. En castellano actual, diríamos: "así se parten (se separan)..."
**La sinalefa a la que me refería antes es la reflejada en "la uña", donde la "a" el artículo y la "u" inicial tónica de "uña" se unirían como en un diptongo.

Tanto en el "Libro de Buen Amor" como -sobre todo- en el "Libro de la miseria del omne" (ambos, del mester de clerecía), se encuentran muestras de versos de dieciséis sílabas. No obstante, es muy típico de dicho mester el tetrástrofo monorrimo (estrofa de cuatro versos de catorce sílabas, con una rima única para los cuatro), que es la forma predilecta de Gonzalo de Berceo, quien solía escribir usando secuencias de dichos tetrástrofos. Quiero decir con esto que en el origen del heptasílabo podría tener también un papel el mester de clerecía.

Pero junto a los dos "mesteres" mencionados está además la poesía popular o lírica popular -la cual, en gran proporción, se encuentra hoy ya perdida-, que en parte podemos conocer por su aparición en romances o en ciertos cancioneros, y que consistiría -según Menéndez Pidal- en: serranillas, canciones de mayo, cantos fúnebres triunfales, cantos de velador, o de amor, de bodas, de romería, de siega, etc.

Dámaso Alonso recuperó una valiosa parte de esta compleja producción en su "Antología de Poesía Medieval", de la que recojo estos curiosos versos:

Morenica me era yo;
dicen que sí, dicen que no.
Otros que por mí mueren
dicen que no.

Su cómputo silábico es de: 8/8 // 7/5. los dos primeros versos son octosílabos, como de romance; los dos siguientes, heptasílabo y pentasílabo, como de seguidilla -e incluso, como de "haiku", añadiría yo-. Aparte de ello, el segundo verso del fragmento citado, con ese popular juego de antítesis "dicen que sí, dicen que no", pienso que entra bastante en la estética del haiku. El tono popular dominante también es muy afín al haiku.

Habría que remontar nuestra historia algo más hacia atrás, para encontrar -siglo XI, aproximadamente-, otro curioso precedente del haiku en nuestra península. Me refiero a las "jarchas" mozárabes de la poesía arábigo-andaluza, que nacieron como una especie de "fuga" (recuérdese lo antes expuesto sobre la "fuga" de la seguidilla) en lengua romance o latina, de las "moaxajas" o canciones árabes. Las moaxajas representaban una lírica culta, e iban redactadas en la lengua de los dominadores árabes; pero a veces iban rematadas por una especie de suspiro lírico en mozárabe (lengua romance usada por la población sometida) con algún término árabe intercalado.

De nuevo se me evoca cierto paralelismo: el tanka en Japón era y es una canción de factura culta, inspirada antiguamente en la poesía china, y admitía palabras chinas; a su lado floreció el haikai, más sencillo y popular. Una situación parecida, que no idéntica, es la que pudo darse en la creación de las jarchas respecto a las moaxajas, y en un tiempo histórico bastante cercano entre ambas manifestaciones culturales: primeros haikus en Japón, y primeras jarchas en la antigua Hispania. En ambas ocasiones se da un interesante paso de lo culto a lo popular, y de poemas algo más largos a otros más breves.

Veamos una pequeña muestra de jarchas:

Bayse meu qorazón de mib,
¡ya, Rabb, si se me tornarád!
Tan mal me dóle li-l-habib!
Enfermo yed, ¿kuánd sanarád?

Traducción: Vase mi corazón de mí. / !Ay, Señor, si se me volverá! / ¡Tanto me duele por el amigo! / Enfermo está: ¿cuándo sanará?

Métrica: 8/9/9/9 sílabas, según nuestra prosodia. Hay rima consonante en disposición alterna, rimando el primer verso con el tercero y el segundo con el cuarto.

Gares yes debina
e debinas bi-l-haqq?
Garme kánd me bernád
mio habibi Ishak.

Traducc: ¿Dices (que) eres adivina / y adivinas con verdad? / dime cuándo me vendrá / mi amigo Ishaq.

Métrica: 6/7/7/7. Rima consonante entre el segundo verso y el cuarto; y asonante respecto a los dos mencionados, en el tercer verso.

As-sabh bono, garme de on benes.
Ya lo se k'otri amas
e mibi non qeres.

Traducc: Aurora bella, dime de dónde vienes. / Ya lo sé que a otra amas / y a mí no me quieres.

Métrica: 10/7/6. Rima asonante entre el primer verso y el último.

Más que la métrica propiamente dicha, o la efusión de sentimientos, aquí podemos valorar ciertas afinidades de las jarchas con el haiku: ante todo, brevedad en la dicción. La temática tratada -el amor, mediante palabras de la enamorada- puede entrar en el apartado de "asuntos humanos" que posee el haiku. Ciertamente son asuntos tomados directamente de la vida, y expresados con notable apasionamiento por la mujer enamorada, en línea con las "cantigas de amigo" galaico-portuguesas. Recuérdese -dicho sea de paso- que hubo mujeres japonesas que crearon haikai casi desde el comienzo del género. Se advierte aquí espontaneidad en el uso de las palabras, sin desdeñar términos árabes -que serían muy corrientes-; algo así como cuando en el haiku nos encontramos ocasionalmente un "jukugo" o compuesto chino de uso habitual.

En el tercer ejemplo dado, vemos todo un poema consistente en solo tres versos. Es preciosa -aunque no sea muy de haiku- esa metáfora tomada de la naturaleza "aurora bella", para dirigirse al amado mediante un vocativo.

Tal vez nuestra lírica castellana empezara por aquellos cantos de fiesta, romería o laboreo -de que hemos hablado antes-, en gran parte perdidos. Quizá tales cantos fueran más elocuentes que las mismas epopeyas, así como un haiku puede en ocasiones decirnos más que la "Ilíada" entera.

Matsuo Bashoo -según cuenta él en "Sendas de Oku"-, viendo trabajar a los campesinos de su tiempo, y oyéndolos cantar mientras sembraban en las tierras de "Oku" (o 'interior de la zona norteña de la isla de Honshuu') pensó que ahí estaba presenciando un encuentro con la poesía más esencial.

(1) furyuu no / hajime ya oku no / taue-uta ..................................... Bashoo

Plantando arroz,
cantan: primer encuentro
con la poesía.

Traducción mía

El kigo es de verano, época de la plantación del arroz y sus canciones -"taue-uta" (2): a la letra, 'campo-plantación-canción'. Este haiku tiene dos interpretaciones: ante todo, considero que Bashoo pensaría, viendo a unos campesinos entonar canciones de siembra, que para muchos de ellos -quienes posiblemente no sabrían leer ni escribir- esas mismas canciones representarían un contacto -elemental y primitivo, pero muy verdadero- con la poesía más esencial del pueblo japonés, poesía y música aprendida de sus antepasados. En segundo lugar, con respecto a sí mismo, Bashoo advertiría el hecho de que él producía poesía en forma de haiku, pero tal vez fuera la primera vez -en su viaje hacia el norte de Honshuu- que la poesía le venía desde fuera, manifestándosele a través de cantos de laboreo: una voz muy auténtica del pueblo. Bashoo apreciaría y saborearía así, aún más en tal ocasión, esa poesía vivida de gentes sencillas, que en medio del esfuerzo corporal refrescaban su espíritu mediante el canto.

"Furyuu", la primera palabra de este haiku japonés, quiere decir: 'elegancia, refinamiento'; a la letra, por los dos ideogramas que componen el término -"kaze (no) nagare"-, significaría 'el fluir del viento', pero en realidad se aplica a algo o alguien que atesora gusto artístico, o bien el aprecio de lo exquisito y lo poético, la delicadeza interior ante la belleza; y asimismo puede significar -sin más- 'la poesía'. La expresión "furyuu wo kai suru hito" (3) significa persona dotada de sensibilidad artística, capaz de degustar la poesía.

Bashoo comentó luego, en un ámbito de amistad y confianza: "Era imposible pasar por allí sin que se sintiese tocado mi espíritu."

Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala. Universidad de Sevilla
"Porque no se trata de decir cosas chocantes, sino de decir la verdad sencillamente, la mayor verdad y del modo más claro posible y más directo." Juan Ramón Jiménez

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Destellos
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Re: Diciembre 2014. Artículo de Fernando Rodríguez-Izquierdo

Mensaje por Destellos »

Estimado Profesor, gracias por este nuevo e impresionante artículo....
Con atraso desearle un Feliz Año Nuevo lleno de Paz, amor, prosperidad y bien :D

Un gran abrazo :chino
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Gorka Arellano
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Re: Diciembre 2014. Artículo de Fernando Rodríguez-Izquierdo

Mensaje por Gorka Arellano »

Vaya artículo, profesor... denota cariño, rigor, tiempo, y sabiduría.

¡Feliz 2015!

Un abrazo, Gorka.
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Re: Diciembre 2014. Artículo de Fernando Rodríguez-Izquierdo

Mensaje por Tarsis »

Queridos Destellos y Ge-érgon (Gorka): Mucho os agradezco vuestros comentarios de lectura. Aunque escribir varios folios lleva tiempo ciertamente, lo doy por bien empleado si logro comunicar a personas como vosotros lo que significa el haiku escrito en español; pues lejos de ser un fenómeno extraño y extranjero que nos sobreviene en la historia hace un siglo, es un género literario -ya se puede considerar así, dado el refrendo del DRAE- que hunde sus raíces en nuestra mejor y más antigua tradición, a partir de las jarchas mozárabes -que, por cierto adelantaron en más de un siglo el comienzo de nuestra historia literaria que hasta hoy se conserva. Un cordial abrazo de Tarsis (Fernando)
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