Hola amigas y amigos del taller.
Una nueva entrega de nuestro querido profesor Fernando en estos días de confinamiento. El tema del artículo viene muy a propósito para este momento, ya que nos hace un llamamiento a salir de nosotros mismos (no encerrarnos en nosotros) y aprender del amor de los gatos.
Reiteramos nuestro agradecimiento a Fernando por este texto de aprendizaje y aleccionador en estos tiempos que vivimos. Mucho ánimo y fuerza.
APRENDER DE LOS GATOS
Ya el maestro Bashoo recomendaba contemplar la naturaleza de cerca para aprender de ella. “Para saber de los pinos, aprende de los pinos, para saber de los bambúes, aprende de los bambúes”, nos decía. Los libros y los conocimientos de otros nos pueden ayudar, pero nada hay como haber experimentado la cercanía de las realidades naturales.
Precisamente esta enseñanza casa muy bien con la tradición cristiana de los Evangelios, donde Jesús de Nazaret pone ante nuestros ojos el diminuto grano de mostaza que, al sembrarlo, se convierte en un gran árbol; también las distintas suertes que corre un cereal al esparcirse por tierra cuando su sembrador sale al trabajo; la belleza sin igual de los lirios del campo; las maneras de alimentarse los pájaros silvestres sin almacenar en hórreos…
En esta línea puede inscribirse el siguiente haiku de Etsujin (1656-1739), seguidor cercano de Bashoo:
urayamashi / omoikiru toki / neko no koi ................. (ver icono)
Cerrado yo al amor,
aún me provoca envidia
el amor de los gatos.
La métrica del haiku japonés es impecable: 5/7/5 sílabas. En la traducción, me he valido de una pauta cercana que no rompe el ritmo: 7/7/7.
“urayamashi”: primer verso, constituido por un adjetivo en función predicativa sobre un supuesto sujeto “yo”. Significa ‘(sentirse uno) envidioso’ Aquí aparece la forma antigua, clásica, de tal adjetivo, terminada en “i” breve. Gracias a ello, este primer verso consta de cinco sílabas. La forma actualmente usada es “urayamashii”, con “i” larga; si esta se hubiera empleado –cosa posible-, nos daría un primer verso de seis sílabas.
“omoikiru”: verbo compuesto de “omou” ‘pensar, considerar’, y de “kiru” ‘cortar, zanjar’ en ciertos contextos. Este último verbo comunica a “omou” la idea de ‘resolución’, como si dijéramos: “habiéndome encerrado en mí mismo…”
“toki”: sustantivo ‘tiempo’. Aquí funciona como posposición del verbo precedente “omoikiru”, y equivale a nuestra conjunción “cuando”: “cuando me encierro en mí mismo…”
“neko”: ‘gato’, pudiendo tomarse como masculino o femenino, singular o plural.
“no”: posposición, equivalente a nuestro nexo “de”.
“koi”: sustantivo ‘amor, cariño’, más como apetito instintivo que como tendencia espiritual. En japonés existe otra palabra para el amor más noble, y es “ai”. En este haiku, la palabra “koi” es clave.
Obviamente, no se trata de encumbrar lo instintivo y pasional de los gatos sobre lo más sublime de las tendencias humanas. Es más bien como mostrar un paso adelante del egoísmo al altruismo. El haijin toma pie de ese “salir de sí” propio de la atracción animal, como estímulo para un “salir de sí” humano, hacia alguien semejante y digno de entrega. Aquí ha mostrado al menos el coraje suficiente para quebrar su aislamiento y ponerse en camino.
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala. Universidad de Sevilla.