RASGOS HAIKISTAS EN LA POESÍA ESPAÑOLA
Federico García Lorca: Aspectos formales
Federico García Lorca: Aspectos formales
En dos artículos anteriores he ido tratando el tema de ciertos parecidos que presenta la poesía de Lorca con el haiku japonés. Este verano he tenido ocasión de saborear una breve antología de dicho autor, titulada "Poemas y dibujos" -con preciosos dibujos trazados por Federico, como ilustraciones-, que me ha llevado a observar algunos otros atisbos de haiku en la producción lorquiana. Atisbos que, aunque ya parcialmente resulten comentados, pueden arrojar una luz nueva.
También en el periodo estival he estado estudiando y repasando el haiku de Chiyo (1703-1775), con vistas a elaborar una antología de esta inigualable haijin japonesa. El cotejo de ambos formidables autores me ofrece nuevas sugerencias, sin que desdeñemos extender más adelante estas indagaciones a algún otro autor español, ni renunciemos a hacer posibles comparaciones con otros haijines nativos de Japón.
Como fragmento de la titulada "Canción corta" de Lorca, encuentro estos versos:
Mamá.
Bórdame en tu almohada.
¡Eso sí!
¡Ahora mismo!
La escansión métrica arroja el cómputo de 3/7/4/5 sílabas, diecinueve en total. Si uniéramos los dos últimos versos en la lectura ("¡Eso sí, ahora mismo!") tendríamos un último verso heptasilábico, haciendo sinalefa "ao" en la palabra "ahora". Tendríamos pues 3/7/7, diecisiete sílabas -habiendo ahorrado dos (una, por evitar un final de verso "sí" en sílaba aguda; y otra, por sinalefa)- en un total de tres versos, configurando así una estrofa más cercana ya al haiku y con un ritmo aceptable, donde las dos sílabas sobrantes del nuevo tercer verso podrían compensarnos por la brevedad del primero. El contenido, por demás, no me ofrece duda alguna sobre su aptitud para convertirse en haiku: Un niño y su madre dialogan sencillamente mediante breves -y elocuentes- palabras.
El tema me recuerda, por cierta afinidad semántica -añoranza, ternura, calor materno...- el siguiente haiku, meritoriamente atribuido a Chiyo:
(1) yaburu ko no / nakute shooji no / samusa kana
Sin niño que me rompa
la pared de papel...,
¡es tan fría!
La traducción es mía, así como la del haiku de Chiyo que seguirá. La métrica de nuestra autora es impecable, y la semejanza con los citados versos de Lorca va por la vía semántica, más que por la formal. Aquí el niño falleció, y el frío que transmite el "shooji" o pared de grueso papel, agujereado por la travesura de aquel hijito, persiste y persistirá aunque el agujero se tape, dado que ¡ya no hay nadie que lo rompa! Esa soledad interior se hermana en cierto modo con la sugerida por los versos de Lorca, donde el niño le pedía a su madre que bordara su nombre en la propia almohada de ella, como una memoria para el futuro.
Otros versos de Federico, que me han llamado la atención por su aspecto formal, y por cierta semejanza con un haiku de Chiyo, son los que constituyen este pareado octosilábico:
¡Qué alegría tiene el hondo
silencio de la calleja!
(de "Canción primaveral", 28 de marzo , 1919)
Una calleja o callejón estrecho y secundario, le resulta "alegre" a Lorca, paradójicamente por su silencio ambiental. La métrica empleada es de 8/8 sílabas, la propia del romance, tan magistralmente dominada por Federico. Y aun siendo así, pienso que -sin violentar la semántica ni las leyes métricas- podríamos en la lectura adaptar el pareado a la métrica haikista 5/7/5:
¡Qué alegría
tiene el hondo silencio
de la calleja!
El primer verso sonaría ahora con dialefa o ruptura de enlace vocálico entre la -e final de "qué" y la -a inicial de "alegría". El conjunto podría ser perfectamente la fuga de una seguidilla, con su pauta 5/7/5, a falta de rima. Asimismo, podría ser también un haiku.
Y en este aspecto, me recuerda a su vez a Chiyo, cuando dice en voz de haiku:
(2) uramachi no / ibiki akarushi / kyoo no tsuki
Por las callejas,
ronquidos que "se lucen";
como luce hoy la luna.
Las "callejas" de este haiku son las de "uramachi" o arrabales que quedan en una zona trasera de la ciudad. La fragilidad de las casas japonesas hace que los ronquidos de la gente durmiendo "animen" la calle, en la cual -irónicamente, se entiende- tales reclamos de presencia humana "se lucen", como si dijéramos "dan el número", por comparación con la luz de la luna, la cual igualmente (se) luce. El texto japonés nos brinda el adjetivo "akarushi" -actual "akarui"-, significando 'son claros, animados, risueños...'; y dicho adjetivo actúa como "kake-kotoba" o palabra pivote, con doble incidencia: pues incide potencialmente tanto en "ibiki" 'ronquidos' como en "tsuki" 'luna'. Tanto los ronquidos como la luna son pues "akarui".
Así es como el imaginable silencio nocturno "se anima" en este caso, por esos broncos resoplidos de los durmientes que son sus ronquidos. Tal animación puede coincidir con aquella "alegría" enunciada por Lorca, siempre en la hondura de un callejón arrabalero.
Como podemos comprobar, aun considerando los aspectos formales de la poesía de Lorca con visión haikista, inevitablemente surgen otros aspectos de contenido, que poco a poco iremos tratando de descubrir.
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala
Universidad de Sevilla
Universidad de Sevilla