texto original del haiku de Bashoo
Como continuación de mi artículo anterior sobre un aparente descuido métrico en el poema de muerte de Bashoo, quiero fijarme hoy en otro haiku del mismo autor, que revela cierta innovación del maestro frente a los cánones.
Me refiero a la pauta métrica de 5-7-5 sílabas. En el haiku que vamos a comentar, Bashoo rompe dicho esquema para establecer otro (5-5-7), por razones de expresividad, sin salirse –como estamos viendo- de usar versos heptasilábicos y pentasilábicos. Es sólo la distribución de los versos lo que resulta anómalo. Dicho haiku reza así:
Umi kurete / kamo no koe / honoka ni shiroshi (1)
Noche marina / la voz del pato / es vagamente blanca. Bashoo (Trad. Antonio Cabezas)
Este haiku me lo he encontrado además, para mi sorpresa, en una novela de este siglo XXI, escrita por Kawakami Hiromi, titulada “Sensei no kaban” (La bolsa del profesor), que en su versión española se titula “El cielo es azul, la tierra blanca” (Traductora: Marina Bornas); la protagonizan un viejo profesor de Lengua Japonesa, y una exalumna suya –Tsukiko-, que se profesan amistad mutua y cierta compañía, sin llegar a formar pareja de hecho. El “maestro”, como lo llama a él Tsukiko (quien por cierto es la narradora de la acción, en primera persona) la somete a ella a una especie de “taller de haiku”, pidiéndole que sugiera un último verso para cierto haiku incompleto compuesto por él mismo. A raíz de ello surge el recuerdo de Bashoo, y el maestro lo cita así (en la traducción española):
“Se oscurecen las olas. / Las voces de los patos / son vagamente blancas.”
Nótese el hecho intrascendente de que en esta versión de Marina Bornas los tres versos tienen, por igual, siete sílabas. Se ha introducido el plural “patos”, a diferencia del singular correspondiente de Antonio Cabezas; pero en el original japonés este detalle queda indeterminado, por lo que hay libertad para usar singular o plural, al traducir. Yo personalmente prefiero el plural. Sugiero mi versión:
“Tarde en el mar. / Voces de patos, / tan levemente blancas.” (Aquí se puede contemplar cierta fidelidad incluso a la pauta métrica (5-5-7) del original.)
El “maestro” de la novela comenta así el citado haiku de Bashoo: “Tiene una rima irregular y llamativa. No podríamos decir “Se oscurecen las olas / son vagamente blancas / las voces de los patos”. En ese caso, el verso “son vagamente blancas” podría referirse tanto a las olas como a las voces de los patos. Colocando el verso “son vagamente blancas” al final, el haiku gana mucha vitalidad.”
He citado textualmente las frases de Marina Bornas. Puntualizo que lo de “rima” ha debido de meterlo por adaptarse al público lector español. Pero en realidad el haiku japonés no tiene rima, y la palabra adecuada para el contexto podía haber sido “ritmo”: se trata del ritmo silábico, no de semejanza fonética en los finales de verso. Por lo demás, la interpretación que da el “maestro” en la novela me parece clarísima e impecable. Ciertos críticos japoneses subrayan el fenómeno, tipificado ya prosódicamente como “hachoo” (= ruptura de armonía tonal).
El haiku de Bashoo, si hubiera caído en la ambigüedad a que se refiere el maestro, sonaría así:
Umi kurete / honoka ni shiroshi / kamo no koe
De hecho el haiku, tal como nos lo dejó Bashoo, con ese artístico quiebro del ritmo canónico, destaca por su claridad, y por algo más: es un bello ejemplo de sinestesia: atribuye sensaciones visuales de color (blanco) a lo que es un fenómeno auditivo, como “las voces de los patos”.
Bien por los dos maestros: Matsuo Bashoo y el Profesor de la novela. E igualmente, bien por la novelista Kawakami Hiromi.
Comentario
Recuerdo que un amigo me decía que le gustaba el uso del gerundio en los haikus. Es una observación muy certera, pues nuestro gerundio indica pura acción verbal en desarrollo, y no comporta determinaciones personales. Es muy dinámico y compendioso. El correlato japonés del gerundio es la forma conectiva de cualquier verbo, y este haiku lleva dicha forma al principio: “kurete”, en “umi kurete”, que a la letra sería algo así como “Oscureciéndose el mar…” Es curioso el contraste lumínico que va a venir luego, cuando a aparezca la palabra “shiroshi” (=blanco).
En cuanto al segundo verso, “Kamo no koe” ‘la(s) voz (voces) del (de los) pato(s)’, el Profesor Tsujimura Shiro opina que ocupa ese lugar (no intercambiándolo con el del tercer verso) porque Bashoo pudo ver cierto efecto onomatopéyico en el agrupamiento del sonido “k” cuatro veces al principio del haiku: kurete, kamo, koe, honoka. Esa velar explosiva “k”, de cierta dureza, puede asociarse con el áspero chocar de los picos de los patos, acrecentando así las cualidades descriptivas de ese comienzo. Verdaderamente, puede considerarse un valor adicional, pero creo que el valor principal de la estructura de este haiku es el que subraya el “maestro” de la novela citada: es la transparencia semántica del contenido.
El tercer verso, con su sinestesia y su eventual y anómala longitud silábica, vale por todo el poema. Es significativo que, mientras el cielo se oscurece sobre el mar, todo el entorno vecino al agua se esclarece por contraste. El cielo va hacia el negro, y el mar a su vez –y gracias a los gritos de los patos salvajes- tiende al blanco.
Ahora, volvamos a leer el poema, y puede que lo disfrutemos más.
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala. Universidad de Sevilla.