Ola contra ola
aferrado a la roca
el mejillón.
aferrado a la roca
el mejillón.
Estamos ante un haiku cuya estructura formal se ajusta mucho a la clásica, con abundancia de sustantivos y ausencia de verbos. Carece de signos de puntuación que señalen la pausa en la lectura, aunque ésta se percibe al final del primer verso, tras el cual nos presenta la segunda imagen del haiku.
Este haiku posee una gran fuerza expresiva y sensorial.
La autora comienza con un verso lleno de movimiento y sonoridad, ese ola contra ola nos lleva frente al intenso oleaje: su sonido, su olor... llegan con nitidez.
El segundo verso nos muestra algo o alguien aferrado a la roca, agarrado con todas sus fuerzas a esa piedra... y es en el tercer verso donde se nos desvela el misterio: un mejillón, un pequeño animal cuya existencia se remonta en el tiempo, más allá de nuestra memoria, que se agarra a esa piedra tal vez tan antigua como él...
Un haiku de lo sagrado, de gran sencillez formal pero con una profunda carga emotiva y sensorial.
Sandra nos comenta:
Era verano, de esos veranos que pasaba en Santa Clara del Mar. Ahí hay muchos espigones que desde hace varias décadas fueron construyendo amontonando roca sobre roca. Son de unos 50 metros de largo, mar adentro. La idea era que el oleaje no erosionara los acantilados porque ya estaba desapareciendo la playa. Las olas entonces, chocan contra las rocas de esos espigones y atenúan el oleaje que llega a la orilla. Un día de tormenta llegamos a la costa con el fin de comprar alimentos, pero nos encontramos con un espectáculo bellísimo. Las olas con toda su fuerza chocaban contra las rocas del espigón y “rebotaban” hacia el mar y ahí se chocaban contra las otras olas que venían hacia las rocas. El agua y la espuma saltaban por el aire y al caer seguían chocando entre sí. Las rocas del extremo del mar, por estar casi todo el año mojadas, son las que están cubiertas de mejillones y berberechos. Pese a toda esa furia marina, esos minúsculos animales seguían ahí, bien agarraditos.
Fue una sensación de asombro y admiración muy intensa cuando percibí ese aferrarse a la vida “contra viento y marea”, me emocionó profundamente.
Cuando lo escribí, al principio fue en plural: …”aferrados a la roca / los mejillones.” Sin embargo, cuando lo leía no me terminaba de sonar ni cerrar. Por un lado no se ajustaba a la métrica, pero tampoco se veía esa sensación solitaria de aferrarse a la vida que me había impactado. Esas dos cosas definieron que la versión definitiva sea en singular.
Cuando lo colgué en el foro recibí las respuestas de varios compañeros y me sentí muy animada cuando pude notar que lo que sentí y quise transmitir pudo llegar a quienes lo habían leído.
Hace algún tiempo que llevo acercándome al haiku, y cuanto más tiempo transcurre, más me voy dando cuenta de que el haiku es algo que va haciéndose en el camino. Es algo que te lleva a caminarlo y nunca encontrás un punto de llegada. El haiku es caminar, el proceso de escribirlo se produce en el andar mismo. Las sensaciones que se perciben en ese andar andando serán la semilla del haiku.
Hasta la próxima.
Un mes más, les animo a comentar. Las diversas lecturas y opiniones de los miembros del taller enriquecen el aprendizaje.
Gracias.